Hoy miércoles santo, muchas comunidades cristianas del mundo entero, pero con una fuerza muy particular las de Venezuela, conmemoran los sufrimientos de nuestro Señor Jesucristo, en su camino hacia el calvario. Jesús, torturado, condenado a muerte, objeto de burlas y escarnios, es uno de los grandes referentes de nuestra vida cristiana.
El Nazareno, con una paz infinita, con un valor inigualable, con una serenidad a toda prueba, camina hacia su muerte; Él es quien misteriosamente conforta y consuela, a cada creyente en particular y a la humanidad en general. Múltiples imágenes de Jesús de Nazaret, cargando con su cruz, son llevadas en procesión por nuestras calles y muchos, asumiendo el dolor físico y psíquico, del Dios hecho hombre, se ponen túnicas moradas, caminan descalzos y en silencio reverente acompañan las veneradas imágenes. Las imágenes son adornadas, casi siempre, con diversas flores naturales o artificiales, símbolos de amor, ternura, devoción, esperanza, petición, súplica, porque en las imágenes del Nazareno se encuentra reflejado el dolor y la angustia de la humanidad que no atina a explicarse ¿por qué tanto dolor, miseria e inhumanidad? ¿por qué el ser humano es capaz de tanta violencia, odio y crueldad contra los más inocentes e indefensos?
Hoy la Palabra del Señor quiere ser bálsamo y consuelo; hoy la Palabra de Dios nos ilumina, como cada miércoles santo, llevándonos a profundizar en el misterio de la NO VIOLENCIA DIVINA. Primero meditamos en el llamado “tercer canto del siervo” que encontramos en el cap. 50 del profeta Isaías. El Señor nos conforta con su Palabra hecha acción; su Palabra para quien está abatido es de ánimo y esperanza, pues, aunque sufrimos, no estamos condenados. Somos salvados por su sagrada Pasión, Muerte y Resurrección. La imagen del Nazareno es una Palabra de Dios que nos invita a buscar los caminos de la paz, la justicia, el diálogo, la reconciliación, la bondad de los unos para con los otros.
El texto que leemos en el evangelio nos relata la traición de Judas Iscariote, uno de los doce, según la versión del evangelista Mateo. El nombre Judas se remonta hasta el patriarca Jacob, uno de cuyos hijos es nombrado así, porque al nacer su mamá bendice, alaba, a Dios. Judá (Judas) significa en hebreo: “alabado sea Dios”. Este discípulo, llamado a ser alabanza de Dios, es vez de cumplir con su misión traiciona al Maestro y lo vende por el precio de un esclavo (Éxodo 21,32). Judas Iscariote, llamado a vivir como alabanza de Dios, a quien se le concedió como a los otros once el poder de someter al maligno y de hacer milagros en nombre del Señor Jesús (Lucas 9, 1-2), prefiere unas cuantas monedas antes que ser feliz proclamando la ternura y la misericordia de Dios.
El Señor Jesús, el bendito Nazareno, sabiendo quién es Judas y lo que puede hacer, no dudó en contarlo entre sus amigos; lo eligió juntamente con los otros once (Marcos 3, 13-19); no lo marginó ni de su amistad ni de su enseñanza; convivió con él; le enseñó su estilo de vida; lo hizo partícipe de su ideal de fraternidad. Le tendió la mano para sacarlo de su egoísmo, de su capricho, de sus robos (Juan 12,6), de su mezquindad; le brindó su amistad hasta el último momento (Mateo 26,50). Judas prefirió seguir otro camino.
Nos conmueve la serenidad del Nazareno; las múltiples imágenes que se han hecho de Él, las que se hacen hoy en día, las que se seguirán haciendo, siempre nos lo presentan como el hombre sereno que afronta la violencia y el odio de la humanidad, con la ternura misericordiosa de Dios hecha carne en su Santísimo Cuerpo; permite que el ser humano descargue sobre Él todo su odio y rencor, y como un pararrayos atrae hacia sí esa maldad para rescatarnos de ella.
El Nazareno cargando con la cruz nos permite que nos acerquemos a Él para que entendamos la vida desde la óptica de la misericordia. Vengándonos de los demás no somos más humanos. Devolviendo el mal por el mal, no adelantamos en la justicia y en la libertad. Maldiciendo a quienes nos hacen sufrir no hace cambiar la situación. Renegando, murmurando, buscando y señalando culpables para ver cómo les hacemos pagar todo el mal que han hecho, no hace que la humanidad sea más humana. Por eso Él sigue cargando silenciosamente con su cruz; cuando habla es para consolar y dar ánimo a las mujeres que lloran y sufren con Él (Lucas 23, 28-30).
El Nazareno nos propone el camino de la NO VIOLENCIA DIVINA, como el que nos puede dar la auténtica y verdadera libertad, pues nos lleva al perdón, a la justicia y a la verdad. Esa no violencia la podemos asumir porque es la que lleva a promover la auténtica calidad de vida para todos los seres humanos, en comunión con la creación entera.
Bendecimos al Señor Nazareno porque, aún en medio de esta tragedia humana por culpa del corona virus, miles de seres humanos han renunciado voluntariamente a su propia salud para dar salud a otros. Perdonamos de corazón a quienes son los culpables directos o indirectos de esta situación, novedosa para la mayoría de nosotros. Pedimos al Nazareno aprender bien la lección y buscar calidad de vida para toda la humanidad. Suplicamos al Señor la conversión de la mente, el corazón, el lenguaje y las acciones de quienes son los mayores responsables de esta pasión del año 2020. Imploramos el cese de la pandemia y que de ella emerja una humanidad fraterna, solidaria y verdaderamente salvada.
A Jesús Nazareno, el no violento divino, la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
Pbro. Cándido Contreras Ochoa
Oración a Jesús El Nazareno
Señor Jesucristo, profeta Nazareno de Galilea,
cargando con tu cruz, luego de ser torturado,
caminas silencioso, sufriente, burlado y escarnecido,
hacia el lugar destinado a crucificar subversivos.
Caminas con el corazón lleno de paz,
brindando la paz a manos llenas,
a cuantos presenciaban, por curiosidad o por piedad,
el inhumano espectáculo del ajusticiamiento criminal.
Al mismo tiempo que caminas dolorido y silente,
vas regando con tu Santísima Sangre el camino transitado,
una y mil veces por una humanidad inconsciente,
de la presencia amorosa del Dios misericordioso.
En tu caminar débil, fatigado y casi exánime,
no pronuncias palabras de amenaza, castigo o condena.
No levantas tu voz, para reclamar justos derechos,
sino que hablas desde tu dolor para demandar ternura,
misericordia, perdón, reconciliación y cambio de conducta.
Nos gritas y ensordeces con tu silencio abrumador;
quieres que examinemos nuestra mente y corazón,
para que abandonemos el camino del crimen y de la sin razón.
Nos miras, nos perdonas e invitas a la conversión.
Señor Nazareno, que tu camino hacia la cruz,
conmueva nuestra mente y nuestro corazón.
Que tu Santísima Sangre, derramada gota a gota,
por el camino mugriento de una humanidad desalmada,
purifique, limpie, sana y convierta, la mezquindad del corazón.
Que tu santísimo dolor nos estremezca la fibras más profundas
de una mente manipulada por el odio, el egoísmo y la sin razón.
Señor Nazareno que tu perdón nos siga purificando
y aleje para siempre las pandemias físicas y espirituales
que destruyen la humanidad y tu hermosa creación. Amén.
Pbro. Cándido Contreras Ochoa.